Las Ciencias de los Hermanos Lumiere

9 de diciembre de 2009 a las 16:30
Pedro García Martín, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid.

lumiere-iiCine, química y medicina

Porque fue mucho más que el cine. Los hermanos Lumière, de apellido premonitorio, evocan la invención del mismo. Pero la familia encarna toda una saga de burgueses industriosos, que, convencidos de actuar como profetas del progreso, serán los pioneros del porvenir en los años felices de la Belle Époque.

Era un momento de frenesí en la técnica, cuando se idolatraba a las máquinas en las Exposiciones Universales, donde a los creyentes les movía un fervor futurista. Los creadores de imágenes, desde Monet a Nadar, en su búsqueda de la pintura clara y de la fotografía animada, daban a luz sin parar escuelas calificadas de “ismos”. Los artistas de vanguardia consagraban la primavera de la modernidad.

 La fotografía que les dio el bienestar burgués

La odisea empezó con una huída hacia adelante. El patriarca, llamado padre Antoine, un retratista emprendedor, llega a Lyon en 1870 escapando de la invasión prusiana. En los tiempos trágicos de la Comuna, abre un estudio fotográfico en la ciudad de la seda, mientras sus hijos adquieren un aprendizaje científico que reforzará la tenacidad de Auguste y el ingenio de Louis. De manera que éste último, en 1881, descubrirá la fotografía instantánea, a través de placas secas, las cuales, una vez publicitadas, pasaron a producir en masa. La marca que salió al mercado, merced al color de sus cajas, se llamó “Etiqueta Azul”. La fábrica crecerá hasta hacerles ricos y dueños de la mayor empresa fotográfica de Europa. La instantánea fijará la vida en impresiones.

La fama mundial gracias al cine

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“El 28 de diciembre de 1895, en el Gran Café de París, celebraron la primera sesión pública del cinematógrafo”

En el fin de siglo se había acelerado la carrera hacia el cine. Los artilugios ópticos causaban furor. Los espectáculos audiovisuales estaban de moda. Las patentes de investigadores se multiplicaban. Los precursores, como Louis Leprince y Thomas Edison, allanaron el terreno para que Louis Luimière diese con la solución definitiva: una película que capturaba las imágenes de la realidad y un aparato que las proyectaba. El 28 de diciembre de 1895, en el Gran Café de París, celebraron la primera sesión pública del cinematógrafo. El éxito les llevó a formar operadores, que enseguida fueron enviados a otros continentes, al objeto de filmar para su intercambio pueblos y paisajes del mundo. De su mano se producirá una globalización icónica del planeta. El cine alumbró la vida en movimiento. Sin embargo, los famosos hermanos no cejaron en sus inventos:

  • productos químicos
  • experimentos con rayos X
  • material médico para ortopedia 
  • quemaduras

Por fin, entre 1903 y 1907, perfeccionaron la placa autocromo, que permitía hacer fotografías en colores. Los reporteros empezaron a captar los afanes cotidianos, las excursiones al campo y a la playa, las trincheras y los ejércitos en liza durante la Gran Guerra. Mediante un coloreado natural, esa nueva técnica creaba la sensación de relieve, sus láminas recordaban la delicadeza de los lienzos impresionistas. El autocromo inauguró la vida en colores.

La generosidad callada del científico

Un sueño que se desvaneció entre el horror de las trincheras en la Primera Guerra Mundial. La formación científica de los hermanos Lumière se puso al servicio de su carácter filantrópico. Louis, al tiempo que inventó manos articuladas para paliar las amputaciones, organizaba proyecciones cinematográficas para los soldados convalecientes. Mientras Auguste, ascendido a capitán médico, asiste a los cirujanos en sus intervenciones, ordena el servicio de radiología, estudia vacunas antitetánicas y crea apósitos para las quemaduras.

La instantánea, el cine y el autocromo dieron, pues, respuesta a la proustiana búsqueda del tiempo perdido. Pues las vistas animadas, efímeras y coloreadas, se convirtieron en fedatarios de la historia. Los Lumière fueron los maestros en el arte del tiempo recobrado. La memoria pasó a leerse en imágenes.

* Pedro García Martín es profesor de la Universidad Autónoma de Madrid y autor de las novelas Ruter el Rojo (EDHASA, 2005) y  El químico de los Lumière (Algaida Editores, 2008), XII Premio Ciudad de Salamanca.

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